Con sus colgandejos traídos de varias fiestas del departamento, familias enteras se mueven para ganarle a la vida unos centavos para sobrevivir. Colgadas en un chuzo improvisado con retales de palos y plástico tienden en las calles, las polleras de colores, los vestidos con el último grito de la moda, jeans, zapatillas deportivas, relojes chinos, sandalias, perfumes, y baratijas de todas las especies: llegaron los comerciantes de fiestas.
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