Existen hombres que escriben la historia, sus actos perduran y trascienden en el tiempo. Uno de ellos fue el Teniente Coronel Don Antonio de la Torre y Miranda, quien con su arduo trabajo y de forma memorable contribuyó al desarrollo de lo que hoy es nuestro país.
Este oficial español, nació en Villada, municipio de la provincia de Palencia, España, el 29 de diciembre de 1734. Sus padres, Don Jacinto y Doña María, pertenecientes a la clase noble, lo bautizaron el 4 de enero de 1735 en la iglesia de Santa María.
Su ingreso al servicio del real ejército español se dio después de históricas derrotas de España, una de ellas ante Inglaterra y que destruyó por completo su armada. Para el año de 1714, el rey Felipe VI reconstruye la armada española y para tal fin en, 1717, se creó la Compañía de caballeros guardias marinas, tratando de incorporar a jóvenes de familias de la pequeña y mediana nobleza. Es así, como De la Torre, empieza a servir en el real ejército español en calidad de soldado distinguido en los batallones de marina, a los 19 años de edad, el 27 de junio de 1753. Posteriormente, en 1756 realiza sus primeras expediciones marítimas a bordo de los navíos Soberano, Astrea y Dichoso, es allí donde conoce a Manuel de Guirior y Portal, quien sería determinante en su carrera militar en suelo americano, puesto que, en 1771, es designado virrey en el Nuevo Reino de Granada, lo que contribuyó al nombramiento de De la Torre como teniente veterano de las milicias a formarse en Cartagena de Indias.
Es en el desempeño de este cargo que Juan de Torrezar Díaz Pimienta, gobernador de Cartagena, lo comisiona para “reducir en poblaciones formales las infinitas almas que vivían dispersas en la provincia internadas en los montes faltos de religión, policía y nacionalidad, siendo perjudiciales para el Estado”. Como consecuencia de lo anterior, fundó o refundó cuarenta y tres (43) pueblos, en seis expediciones realizadas entre 1774 y 1778.
Entre las poblaciones fundadas o refundadas por De la Torre, están: en lo que hoy es el departamento de Bolívar los pueblos de Santa Ana de Barú, San Joseph de Rocha, Pasacaballos, Nuestra Señora de la Candelaria de Arjona, La Purísima Concepción de Ternera, San Juan de Tirimaguaco (hoy Villanueva), Santa Rosa de Flamenco, San Joseph de Jojolo (desaparecido), Nuestra Señora del Carmen, San Jacinto, San Juan Nepomuceno, San Cayetano, Cascajal, Tacaloa, Tacamocho, Nuestra Señora de la Candelaria de Magangué, San Sebastián de Madrid, El Retiro, Tacasaluma, San Agustín de Playa Blanca; en Sucre los poblados de San Benito Abad, San Luis de Sincé, San José de Corozal, San Francisco de Asís (hoy Ovejas), San Cristóbal (hoy Caracol), Santo Tomás Canturiense (hoy Buenavista), San Francisco de Asís de Sincelejo, Santiago Apóstol, San Antonio Abad (hoy Palmito), San Onofre ; en Córdoba las ciudades de San Rafael de Chinú, San Juan de Sahagún, San Antonio de Momil, Santacruz de Lorica, San Bernardo Abad (hoy del Viento), San Pedro Aposto de Pichirroy, San José de Ciénaga de Oro, Antero (hoy San Antero), San Edmigio o Chima, San Jerónimo de Buenavista (hoy Montería), San Carlos de Colosina, San Pelayo, Purísima Concepción.
Para el caso específico de Sincé, es importante aclarar que lo que se hizo fue una refundación de la población, en razón a que a la llegada de los conquistadores ya existía una gran comunidad indígena habitando estas tierras. Precisamente, en el año de 1560 el oidor Melchor Pérez de Arteaga, enviado por la Audiencia de Santafé, pudo tasar por estos lares dos sementeras (tierra sembrada) y dieciséis (16) indios como encomienda de Leonor de Oliveros. Así mismo, para este mismo año aparece como encomendero de Sincé, Alonso de Carvajal.
Posteriormente, en 1561 la tierra sinceana pasa a ser encomienda de Baltasar Párraga, y la mencionada Leonor de Oliveros. Luego en 1653 paso a manos de Diego de Mesa y cumplido el término quedó libre de encomienda y de tributo. Es así como, según el Obispo Diego de Peredo en 1672 se encontraba “una feligresía de libres con doscientas diez familias esparcidas con seiscientas ochenta y ocho almas de confesión y diecinueve esclavos”.
A la llegada de De la Torre, algunas personas vivían en lo que era el antiguo pueblo indígena, ubicado en las tierras de lo que se conoce como Sinceviejo, y las otras se hallaban diseminadas en sus inmediaciones dedicadas según él a “la fabricación clandestina de aguardiente”.
La refundación del pueblo se realizó el 10 de noviembre de 1775 como una de las acciones de un plan mayor que buscaba permitir dar comunicación a los ríos de La Magdalena y Cauca. Sobre este hecho el oficial español escribió “fundando con este objeto la nueva población de Sinse en la que se establecieron 330 vecinos con 1580 almas, que vivían esparcidas y a tan larga distancia que varios adultos de ambos sexos, desde que se bautizaron, no habían vuelto a la Iglesia”. De lo anterior, llama la atención la referencia que él hace del nombre del pueblo como “Sinse”, sin dudas, sería muy interesante investigar por qué este cambio al nombre actual.
Además de lo anterior, este personaje, que parece sacado de una película de aventuras, exploró la zona del Darién y el río Atrato con el objetivo de establecer una mejor ruta que permitiera el trasporte de mercancías desde Cartagena hasta el Chocó, porque el camino que se utilizaba hasta entonces, era más largo, complicado y costoso. Lamentablemente, por haber enfermado gravemente vio frustrado su plan de fundar catorce poblaciones en esta zona, lo que de alguna forma limitó el futuro desarrollo de esta vasta región.
Entre los viajes extraordinarios realizados por De la Torre, estuvo el que le encomendó el Virrey Manuel Antonio Flórez, quien en 1781, decidió incluirlo en una expedición que tenía por objetivo sofocar la insurrección comunera, trazar los caminos en tierras del Meta y el Orinoco y el puerto de Macuco, además de verificar que posibilidades tenían las fuerzas extranjeras de penetrar en el territorio del Nuevo Reino de Granada.
Por otro lado, el oficial español fue un colaborador del Sabio José Celestino Mutis, director de la Real Expedición Botánica, ayudándole a descubrir una especie de quina no conocida, la cual hallo en el valle de Fusagasugá.
Como se menciono, en sus expediciones por el Atrato el expedicionario adquirió una enfermedad que lo aquejó por muchos años. No obstante, fue nombrado como agregado ayudante de las milicias en Mompox, cargo del que tuvo que ser trasladado por sus achaques de salud.
Para el año de 1789, después de vivir 16 años en América, y de llevar una fuerte lucha para que se le reconocieran los ascensos en el escalafón militar, viajó a España. Allí sirvió un tiempo en la Plaza de Zamora y en el Puerto de Santa María, provincia de Cádiz.
Es en este último lugar, donde fallece Don Antonio de la Torre y Miranda, el 6 de febrero de 1805, dejando escrita, con sus acciones valerosas, una parte de la historia de muchos pueblos de nuestra región. Aunque muchos de ellos en la actualidad solo lo tengan como una vaga referencia histórica.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
BORREGO PLA, MARÍA DEL CARMEN. Cartagena en el siglo XVI. Sevilla, Escuela superior de Estudios Hispanoamericanos.
MORENO DE ÁNGEL, PILAR. Antonio de la Torre y Miranda, Viajero y poblador. Editorial Planeta. Santafé de Bogotá, 1993.
TORRE Y MIRANDA, ANTONIO DE LA. Noticia individual de las poblaciones nuevamente fundadas por el teniente coronel de infantería D. Antonio de la Torre y Miranda. Biblioteca Luis Ángel Arango, 1795.
ZAPATA, RODRIGO. Encomiendas, encomenderos e indígenas tributarios del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII. Bogotá: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1964
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